Añoranza: el misterio de echar de menos
Añoranza: el misterio de echar de menos. Existe una sensación universal que cualquier ser humano comprende. La idea de echar de menos refleja ese vacío que a veces se siente en el corazón. Desde la perspectiva adulta, es posible echar de menos los recuerdos de la infancia, la compañía de un ser querido tristemente desaparecido, un amor de la adolescencia… Incluso, también es posible echar de menos un país, por ejemplo, cuando viajas al extranjero por motivos laborales y a pesar de estar contento por descubrir nuevos paisajes también sientes el peso de la melancolía al escuchar la voz de tu madre al otro lado del hilo telefónico.
Existe una época del año que es especialmente, significativa en cuanto a nostalgia se refiere: la Navidad. En las vacaciones de fin de año, todo el mundo se reúne en torno a la mesa. Y en esa situación, las ausencias se notan mucho más.
Existe un peligro a nivel emocional. Que alguien se quede estancado en la añoranza, que se recree una y mil veces en el ayer. De este modo, pierde de vista el poder del ahora y las posibilidades del futuro. Disfruta de la nostalgia, pero con prudencia y con medida.
La vida es un continuo mirar hacia el futuro. En ninguna situación es posible volver literalmente al pasado. Por ello, céntrate en el aquí y en el ahora para estar mejor contigo mismo y vivir de una forma más consciente cada día de tu vida.
La añoranza a veces se produce de una forma consciente. Sin embargo, en otros momentos, este peso del vacío es involuntario. Es decir, se produce en el momento más inesperado sin que te des cuenta. En general, los olores evocan muchos recuerdos ya que el ser humano vive conectado a los sentidos y dibuja su realidad a través de la información que recibe mediante la vista, el olfado, el oído, el gusto o el tacto.
La añoranza, a veces, se convierte en arte. Así se muestra, por ejemplo, en la escritura de un poema de amor.
Imagen: Lucía Sánchez Hernández